”Puede que sea ingenua, sin embargo ante todo soy y siempre he sido socialista”
KN habla con Anita Dorazio
Por: José González
Traducción: Alejandra Donoso
La Súpersudaca de este mes es Anita Dorazio, quien nos cuenta acerca de su participación, compromiso, lucha, e interminable interés por las preguntas relacionadas con las políticas de migración. La escuchamos pronunciarse acerca de quienes buscan refugio en este país y acerca de la historia pasada y reciente de las políticas suecas sobre asilo.
Nos reunimos la fría mañana de un día martes 30 de noviembre, en una clínica destinada a atender a personas indocumentadas (papperslösa), lugar en el que ella trabaja de forma voluntaria como consejera sobre asuntos de asilo. Entro a la clínica, me quito la chaqueta de invierno. De los empleados que trabajan ahí tiempo completo hoy se encuentra sólo Christina. Tanto ella como los otros empleados pertenecen a la organización “Médicos en el mundo” (LiV), que vendría a ser la división sueca de la organización francesa conocida como “Medicine du Monde” (MdM). El resto de quienes trabajan ahí son voluntarios. Nos sentamos en un rincón de la clínica en el que el Comité de Asilo (Asylkommittén) suele reunirse, el rincón conocido como”la esquina del asilo”. Anita enchufa un calefactor eléctrico y de inmediato comienza a contarme acerca de la diferencia entre el “derecho de asilo” y la “política de asilo”.
“La política de asilo… bueno, eso es la Unión Europea (UE), el gobierno, la policía, Migrationsverket (oficina de migraciones), que toditos están cargados hacia la derecha. Hacia la izquierda tenemos…., -claro, de acuerdo a mi forma política de ver las cosas-, el derecho de asilo, las convenciones, la ley, el trabajo previo a la legislación en sí, la convención del niño, la convención contra la tortura, etc. Eso es lo que habría que practicar, pero en lugar de eso, aplicamos lo que dice la UE, que establece fronteras para contra el tercer mundo… y que mejor deja a la gente ahogarse y morir antes que cruzar las fronteras de la UE. Aquí en Suecia lo que impera es la UE, el gobierno, el congreso, la política, luego le siguen la oficina de migraciones y la policía”
La clínica en la que nos encontramos y que pertenece a Médicos en el Mundo (LiV), ofrece de forma gratuita atención médica y medicamentos a los indocumentados. LiV y el Comité de Asilo han, desde 1995, trabajado en conjunto para ofrecer tales servicios y sin costo alguno. Aparte de eso, el Comité de Asilo ofrece también servicios de consejería sobre asilo a los pacientes, además de ayudarles con los posibles problemas legales que puedan enfrentar. El Comité de Asilo ha trabajado con cuestiones sobre derecho de asilo desde el año 1986, y siempre ateniéndose a las convenciones sobre derechos humanos que Suecia ha reconocido y firmado.
“A comienzos de la década del 70, en la época de Palme, existía en Suecia un derecho de asilo/refugio. Hasta aquí llegaron muchos latinoamericanos entre los años 1973/76. Los había argentinos, uruguayos, chilenos. Fueron recibidos con los brazos abiertos por Suecia. La mayoría tenía educación superior, y pudo aprender sueco. Yo soy una ex profesora de sueco para extranjeros y trabajé con esos grupos desde el 75”.
Anita nos cuenta que en la década del 70, el Comité de Chile trabajaba más que nada con asuntos sociales. En esos años se dio apoyo a la Unidad Popular con el Presidente Allende al frente. Este asunto llegó a ser el más importante para dicho Comité luego de las elecciones, que le permitieron a Allende obtener el cargo de Presidente de la nación. Anita explica:
“Puede que sea ingenua, sin embargo ante todo soy y siempre he sido socialista; tenemos que cambiar el sistema económico, no podemos seguir con el sistema cruento que trae consigo el capitalismo, y que implica la explotación del ser humano, que hoy en día es peor que nunca”
Anita nos cuenta que su trabajo con los refugiados comenzó con desertores de la Guerra de Vietnam. Por aquel entonces, ella tenía contacto con un reconocido abogado en Suecia, de nombre Hans Göran Franck, quien más tarde se convertiría en social demócrata y posteriormente en parlamentario. Anita cuenta que él llegó a ser uno de los pocos en defender y propiciar el derecho de asilo, basado en las convenciones internacionales y la declaración universal de los derechos humanos.
”Nosotros ayudamos a los desertores estadounidenses que se encontraban estacionados en Alemania luego de haber resultado heridos en Vietnam. De esta forma podían descansar de sus heridas y sanarse en ese país. Aún así tenían el deber de retornar a Vietnam pero sin querer hacerlo. Muchos de ellos se encontraban gravemente traumatizados, algunos de ellos sufrían incluso de dependencia a las drogas. Pero escaparon y se refugiaron aquí. Esto ocurrió en plena década de los 70, mientras el gobierno sueco simpatizaba abiertamente con Estados Unidos; por ese entonces, nuestra simpatía por la política estadounidense era horrible, de tal manera que lo que hacíamos era un trabajo de titanes”.
El Comité de Asilo comenzó sus actividades el año 1986. En esa época, Anita trabajaba como profesora de sueco para recién llegados. El grupo que ella dirigía era muy heterogéneo, y constaba de personas provenientes de distintos lugares del mundo. No todos sus alumnos eran adultos. Algunos de ellos eran también niños que se encontraban aquí solos, sin sus padres. Anita recuerda en especial a un alumno, que venía de Somalia.
”Él era un hombre muy joven y hermoso, que tenía unos ojos muy tristes y que no hablaba mucho. Nunca supe en realidad si aprendía alguna cosa, estaba tan traumatizado. Un día celebramos la navidad, porque cuando empezábamos un curso y cuando lo terminábamos siempre celebrábamos con una fiesta de navidad. Me di cuenta de que él no estaba participando de la fiesta como los demás, así que le pregunté “¿Qué te ocurre? ¿Te ha pasado algo?”, y él me contestó: “Sí, me gustaría hablar contigo después de la fiesta”. Así que más tarde bajamos al restaurante a tomar una taza de té. Se recogió el pantalón y me mostró una de sus piernas y ahí me di cuenta, ¿me entiendes?, lo que vi, fueron en realidad los huesos de su pierna. O sea, no tenía piernas sino huesos, ¡y fue tan terrible verlo así!. Sus dos piernas no eran más que huesos. Le pregunté qué le había pasado y ahí él me contó que en Somalia había permanecido encadenado durante tres años, cadena con la que había sido arrastrado durante todo ese tiempo”
Por aquel entonces se podía apelar a la oficina de extranjería (invandrarverket) en Norrköping, explica Anita. Como última instancia existía el Departamento del Trabajo, que se reunía cada jueves para tomar decisiones. Anita y el joven somalí decidieron acudir directamente a dicho Departamento pasado el año nuevo, apenas abrieran al público. Ella continúa:
“Lo único que tienes que hacer es recogerte las piernas del pantalón tal como hiciste conmigo… por aquel entonces trabajaba una empleada que todavía trabaja en la oficina de migraciones. Hace un tiempo me la encontré y le pregunté por el joven somalí. ‘Nunca lo olvido, casi tuve una pérdida’, me contestó, porque justo estaba embarazada. Luego de que él le mostrara las piernas le dije: ‘No necesitas mostrar tu espalda, con eso basta’”.
El joven de Somalia obtuvo su permiso de residencia después de este suceso, pero Anita no lo ha vuelto a ver desde entonces. “Así fue como empezó todo”, explica Anita. No daba abasto trabajando como profesora de tiempo completo y tuvo que reducir sus horas de trabajo remunerado para alcanzar con sus labores de ayuda. Había muchas personas en necesidad real de auxilio. Producto de la crisis económica de los 80, la política de asilo cambió tras unos años. El número de personas que necesitaban ayuda aumentó, así como sus urgencias médicas, sus problemas legales y sus asuntos relacionados con las políticas de asilo y refugio.
“Más tarde me encontré con las hermanas de Alsike, que son monjas, y en conjunto con personas provenientes de Uganda, chilenos y refugiados de distinas partes del mundo, formamos un tipo de de “Amnesty Nacional”. No “Internacional”, como la gran Amnesty. Pero la llamamos Asylkommitén (Comité de Asilo), y comenzamos a reunirnos en el café literario de Lidingö. Entonces formamos el Asylkommité de Estocolmo, así como también el de Gottemburgo. En el año 1988 formamos el FARR (Flyktingruppernas och Asylkommittérnas Riksråd, o ’Red de ayuda para los grupos de asilados y refugiados’).
Finalmente, un 7 de mayo de 1995, los Médicos en el Mundo en conjunto con el Comité de Asilo, formaron la clínica para indocumentados. En un principio funcionaba en el café literario de Lidingö, que era una casa antigua. Contábamos con una habitación grande, una cocina y un armario. El armario se transformó en la despensa de los remedios, que podía ser cerrada con candado. El Comité de Asilo existe aún hoy en día gracias a las donaciones que recibe tanto en dinero como en medicinas y ropas. Anita parece tener una infinidad de historias para contar, y efectivamente es así, puesto que la historia no acaba nunca. Existen muchas personas indocumentadas, refugiados que necesitan atención médica. Muchos escogen no acudir a los servicios de salud puesto que tienen miedo de ser denunciados y detenidos por la policía. Muchos se deciden por no pedir ayuda, además, debido a que la atención de salud en Suecia es muy cara para alguien que no cuenta con documentos. Los indocumentados deben pagar la suma completa. Un parto sin complicaciones puede llegar a costar entre 20.000 y 25.000 coronas para un indocumentado, mientras que un ciudadano sueco cuenta con medicinas y servicios de salud subvencionados por el estado.
Esta entrevista concluye con las palabras de Anita, quien hace un llamado a la segunda generación de kabezasnegras a hacer uso de nuestras raíces y averiguar por qué nuestros padres se vieron en la necesidad de huir. Nos dice que no debemos olvidar que somos valiosos para este país, con nuestros conocimientos. Se trata de nuestras raíces, acentúa ella, pero muchos carecen de raíces y han quedado –por desgracia- relegados a la tierra de nadie.
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